Uruguayos en el exterior
La metamorfosis de Fede Valverde

Gregor Samsa se despertó un día y se vio convertido en un monstruoso insecto. Así comienza una de las obras cumbre de la literatura del absurdo, La Metamorfosis de Franz Kafka. El cambio de Federico Valverde no fue tan repentino, de hecho fue cocido a fuego lento durante cuatro años desde su llegada a España, pero igual de impactante para el gran público.
Pajarito, el que siempre fue su apodo, parece que no tardará en quedar en desuso. Y es que es una incongruencia, y hasta una ironía, denominar a un futbolista tan poderoso con el nombre de un delicado animal. Habrá que pensar en cuál puede ser su nuevo apelativo, aunque en caso de ser un ave sería el cóndor de los Andes, uno de los más grandes y majestuosos de todos.
Como dije recién, su transformación en el futbolista que es hoy se produjo de manera gradual, tal es así que hubo ciertas dudas sobre si daría la talla para el Real Madrid en sus inicios. Una cesión con mal bagaje por el Deportivo de La Coruña, donde jugó siempre fuera de posición y sufrió problemas de lesiones, levantó sospechas sobre su potencial.
Bastaba haberlo visto un par de veces con Peñarol y las selecciones uruguayas juveniles para darse cuenta de la clase de jugador que era. A Pajarito solo le faltaba soltarse, abrir las alas y volar. Santiago Solari le dio la alternativa, empezó a participar de manera más habitual y tras la llegada de Zinedine Zidane siguió siendo considerado en el conjunto blanco.
La evolución del montevideano viene más por una cuestión de confianza que otra cosa. En realidad, él en sus inicios en Uruguay ya había mostrado ser un jugador capaz de llegar al área rival, hacer goles con su notable remate y también de eludir rivales en conducción, donde utiliza su prodigiosa galopada acompañada de una técnica pulida.
Jugar en el Real Madrid no es fácil. De hecho, es posiblemente el club en el que un futbolista tiene mayor dificultad para asentarse por varias cuestiones. Primero, el peso de la historia es enorme. Los títulos hablan por sí solos. Además, está rodeado de una afición exigente que te hace sentir el significado de la camiseta desde el primer minuto, y de una prensa que no duda en bajarte al infierno si tu nivel no es el adecuado.
Pero Federico Valverde, ese chico que en sus inicios era tímido y le costaba enseñar todo lo que podía hacer, demostró haber nacido para ello. Se ganó el cariño y el respeto a base de esfuerzo y grandes actuaciones. Porque eso sí, si hay algo que reconoce la hinchada madridista es la entrega y el respeto por el escudo. Y eso Pajarito lo trae de serie.
La 2019/20 fue su primer gran curso como profesional, mas es en este inicio de temporada donde Fede Valverde está demostrando un salto de calidad notable. No es exagerado pensar en que es insustituible en este Real Madrid, pues no hay ni un solo miembro de la plantilla capacitado para cumplir con el rol del uruguayo.
No es únicamente lo perceptible (sus goles, asistencias o pases), sino la cantidad de cosas que aporta y que no se pueden medir: intensidad, voracidad, carácter, liderazgo. Es un corrector por naturaleza, no le importa recorrer los metros que hagan falta para cumplir con su cometido.
Es imposible encasillar a Federico Valverde. No se puede. Cuando lo intentan, no suele tardar demasiado en dejar en evidencia a los que solo lo ven como un centrocampista destructor. El charrúa es mucho más que eso, tal es así que en la actualidad hay pocos centrocampistas con un mayor peso en el fútbol de su equipo que él.
Es el paradigma de centrocampista que no puede ser juzgado como ofensivo o defensivo, ya que en ambas caeríamos en la simpleza y por tanto en el error. Él es, de por sí, un futbolista total que es capaz de marcar diferencias en todas las zonas del terreno de juego, al que abarca con una facilidad que abruma.
Está claro que su punto fuerte es el físico, donde destaca y saca una ventaja abrumadora. Fede Valverde no es un humano cualquiera, o eso parece cuando lo vemos hacer sprints en el minuto 90 como si nada. Esa capacidad, su poderosa zancada y una composición cada vez más ‘europea’ potencia sus mejores habilidades.
La manera en la que presiona hasta la extenuación durante todo el partido contagiando a sus compañeros en los minutos más críticos, como ayer ante el Inter en el tramo final, y la forma en la que no se cansa de hacer movimientos de ruptura con la esperanza de entrar en contacto con la pelota cerca del área, pese la mayoría de las veces esto no ocurra, simplemente emocionan.
Está en constante crecimiento, aún tiene 22 años y un importante margen de mejora por delante. Da la sensación de que cada fin de semana incrementa sus prestaciones, es más completo e inteligente. Su mal final de temporada pasada le ayudó a madurar futbolísticamente, a cambiar de chip y darse cuenta de que debía ser constante para tener un hueco en el club más victorioso de la historia del fútbol.
Fede Valverde nació para jugar en el Real Madrid, lo demuestra con hechos sobre todo en los días importantes, en los que no se puede fallar. «Hasta que no me revienten las piernas voy a seguir corriendo, y si puedo marcar mucho mejor», se atrevió a decir un día. Y esa es la mejor definición posible que se puede hacer sobre él.