El juguete de Tuchel

Corría agosto de 2014 cuando Jan Orban decidió hacer debutar en las filas de Osasuna a un joven imberbe llamado Mikel Merino en Segunda división. El chaval, de tan solo 18 años, destacó en una temporada convulsa para los navarros y solo un año más tarde fue un pilar fundamental del equipo rojillo en su camino hacia el ansiado ascenso a la categoría de oro del fútbol español.

Merino dio buena muestra de todas sus cualidades durante su andar por una categoría tan difícil como es la Segunda división española. El medio es difícil de definir como jugador. Se podría decir que es un fútbolista de lo llamados modernos, de aquellos que pueden ubicarse en diversos lugares del campo, dinámico, atrevido y con llegada, mucha llegada. Un todocampista en toda regla al que además de sus condiciones suma ese aire competitivo y singular que aúnan todos los jugadores del norte de España.

Como era de esperar, su increíble y fulgurante aparición fue seguida por multitud de clubes europeos que llamaron a sus puertas con el fin de encontrar un sí al otro lado. Merino, bien aconsejado, se decidió por Dortmund y el ilusionante proyecto de Thomas Tuchel a cargo del Borussia.

Con todas las cartas sobre la mesa parecía que la decisión era beneficiosa para todas las partes: Osasuna perdía un activo pero ingresaba una buena cuantía para un club necesitado de ‘cash’, el jugador marchaba hacia un equipo top de Alemania dando un salto de calidad abismal en su aún corta carrera y el Borussia seguía nutriéndose de jóvenes promesas dentro de su filosofía de mercado tan estudiada por Tuchel.

Mikel Merino disputó la pretemporada como central a las órdenes de Tuchel

Ahora, durante los primeros compases de esta nueva temporada, parece que la decisión no fue tan acertada como se intuía. Mikel Merino llego en julio a Dortmund siendo una pieza más dentro del incontable mercado de los bávaros este verano y contaba con todas las virtudes que gustan tanto en club como entrenador: joven, técnico, con hambre y ganas de aprender. Además, dentro del abanico de firmas, el vasco contaba con un punto a su favor: su polivalencia.

Tuchel, con la plantilla aún a medio construir en pretemporada, apostó por Mikel en multitud de amistosos, pero algo llamé enormemente la atención. Y es que el entrenador dispuso al jugador como defensa central, posición desconocida hasta entonces para él. Este hecho se puede interpretar por dos situaciones puramente futbolísticas: la salida de Hummels, que dejó un vacío en dicha posición, y la salida de balón, primordial en el modelo de Tuchel. Esto último convierte en entendible la cuanto menos curiosa reconversión del hasta ahora joven centrocampista. Mikel, de buena técnica individual, escondió carencias posicionales y defensivas en esta nueva situación con su capacidad para conducir el balón y empezar el juego desde atrás en todos los minutos que disputó, pero también es cierto que cometió algunos errores muy llamativos que si bien en verano pueden no tener trascendencia, en plena temporada pueden pasar factura. Y Tuchel tomó buena nota de ello: su experimento no carburó como esperaba.

La oferta en la medular amarilla tampoco parecía poder otorgar posibilidades de ser de la partida en lugares donde su fútbol reluce: Weigl, Rodé, Castro, Gotze, Kagawa, Sahin, Pulisic e incluso Guerreiro -lateral izquierdo desde la cuna- están ocupando las tres plazas que deja este Borussia en su 4-3-3 hasta ahora inamovible.

Con cero minutos en las dos jornadas de Bundesliga y fuera de la lista entregada a la UEFA para disputar la Champions League, el panorama del centrocampista pamplonico es desolador. Ha pasado de ser el primer fichaje del club a convertirse en el juguete de Thomas Tuchel. Medios alemanes ya comentan con fuerza la posible cesión invernal del jugador y el mejor posicionado es Osasuna, equipo desde el que llegó a Alemania. Quizás un retorno a casa temporal sirva para no estancar su prometedora carrera y que volvamos a disfrutar del grandísimo futbolista que Urban nos presentó en agosto de 2014.